Sentí que la situación tomaba otro rumbo solo cuando el acercamiento empezó claramente a no ser tan inocente, inocencia que creí real, porque fue mi condición interior para permitir, ante tu sugerencia, que observaras si mi aro era de oro blanco o de plata.
Cuando mi sentido racional pudo débilmente ponerse en pie, ya habías rodeado mi cuello con un suave y presuntamente frágil roce de tus labios con mi piel, mientras yo intentaba frenar inútilmente un acaloramiento tal que copiaba el ritmo frenético de unos latidos imposibles de enmudecer.
Mi mente apenas pudo hacerse un pequeñísimo espacio para pensar deliberadamente en no desmayarme. Lo que en mis fantasías resultaba muy cotidiano (en ellas te presentabas con complicadas acrobacias, y juegos sexuales violentos y arrebatados), no se comparaba con el simple contacto de una gota de la yema de tus dedos sobre mis brazos. El resto de mi cuerpo emocional y físico sólo pudo seguir la lógica de la irracionalidad animal y el encantamiento dionisíaco.
Pero si la distancia que nos separó por una incontable cantidad de horas fue nula, ahora era indeciblemente inmensa.
Fuimos, los dos, un solo cuerpo, una única sonrisa, un solo ritmo, y la misma explosión, unida, sellada, y fundida en un mismo ser, una y otra vez.
Y ahora solo somos dos, y sos simplemente inaccesible. Ser dos, es mucho menos para mí que ser... Uno...
VISITÁ regularmente NO AMARÁS, para conocer sobre estas historias de encuentros, deseos y fantasías cumplidas e incumplidas...
Cuando mi sentido racional pudo débilmente ponerse en pie, ya habías rodeado mi cuello con un suave y presuntamente frágil roce de tus labios con mi piel, mientras yo intentaba frenar inútilmente un acaloramiento tal que copiaba el ritmo frenético de unos latidos imposibles de enmudecer.
Mi mente apenas pudo hacerse un pequeñísimo espacio para pensar deliberadamente en no desmayarme. Lo que en mis fantasías resultaba muy cotidiano (en ellas te presentabas con complicadas acrobacias, y juegos sexuales violentos y arrebatados), no se comparaba con el simple contacto de una gota de la yema de tus dedos sobre mis brazos. El resto de mi cuerpo emocional y físico sólo pudo seguir la lógica de la irracionalidad animal y el encantamiento dionisíaco.
Pero si la distancia que nos separó por una incontable cantidad de horas fue nula, ahora era indeciblemente inmensa.
Fuimos, los dos, un solo cuerpo, una única sonrisa, un solo ritmo, y la misma explosión, unida, sellada, y fundida en un mismo ser, una y otra vez.
Y ahora solo somos dos, y sos simplemente inaccesible. Ser dos, es mucho menos para mí que ser... Uno...
VISITÁ regularmente NO AMARÁS, para conocer sobre estas historias de encuentros, deseos y fantasías cumplidas e incumplidas...